Desde hace milenios, las generaciones adultas se han mostrado críticas con la juventud. Ya lo decía Sócrates: “Los jóvenes de hoy en día estiman el lujo; tienen males modales, desprecian la autoridad, no respetan sus mayores y prefieren charlar en lugar de ejercer.” Esta reflexión, que podría parecer actual, nos recuerda que la desconexión intergeneracional es una constante histórica. Aun así, la realidad evidencia que los jóvenes tienen una capacidad extraordinaria para liderar procesos de cambio y transformar su entorno.

En Marianao, hace más de 20 años que trabajamos para fomentar el liderazgo juvenil, acompañante jóvenes en procesos de participación activa y transformación comunitaria. Esta trayectoria nos ha permitido aprender, desaprender y consolidar una serie de lecciones que hoy queremos compartir. No se trata de recetas infalibles, sino de aprendizajes que pueden inspirar otras entidades y administraciones que buscan impulsar el liderazgo juvenil con éxito.

1. La confianza no se declara, se practica

Uno de los primeros aprendizajes que hemos hecho es que la confianza en los jóvenes no puede ser solo un discurso. Hay que demostrarla con hechos concretos: cediendo espacios, responsabilidades y poder de decisión real. A menudo, el miedo al fracaso o la necesidad de control frena esta confianza, pero cuando se permite que los jóvenes lideren de verdad, los resultados sorprenden.

Cuando los jóvenes asumen la responsabilidad de un espacio, de una actividad o de un grupo, el vínculo que se genera es mucho más profundo. Se lo hacen suyo, hay corresponsabilidad y respeto, y este sentimiento de adhesión los lleva a implicarse todavía más en el proyecto. Esta conexión hace que no solo acontezcan parte activa de un colectivo, sino que también lo cuiden y garanticen la continuidad

La experiencia con el proyecto Vente Pa’Ká (VPK) es un ejemplo claro: un espacio de ocio nocturno autogestionado por jóvenes, sin supervisión adulta directa, que funciona desde hace 20 años gracias al compromiso y la responsabilidad de la misma juventud y en el cual participan 500 jóvenes cada fin de semana. Hemos aprendido que cuando confías de verdad, los jóvenes responden con madurez y creatividad.

Para conseguir una verdadera conexión con los jóvenes, es esencial que el equipo técnico sea también joven y esté muy próximo a su realidad.

Para conseguir una verdadera conexión con los jóvenes, es esencial que el equipo técnico sea también joven y esté muy próximo a su realidad

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2. Acompañar no es dirigir

Otro aprendizaje fundamental ha estado entender que nuestro rol como profesionales no es liderar, sino acompañar. Esto quiere decir ponernos junto a los jóvenes, no delante. Acompañar implica generar oportunidades, ofrecer herramientas y apoyo, pero dejando que sean ellos quien tomen las decisiones y asuman las responsabilidades.

Este enfoque requiere una mirada respetuosa hacia los procesos de los jóvenes, aceptando que el error forma parte del aprendizaje y que el camino puede ser tan valioso como el resultado final.

3. Sin acción, no hay aprendizaje significativo

A lo largo de estos años, hemos constatado que la formación teórica es necesaria, pero tiene que ir enjarje a una experiencia vivencial que permita un aprendizaje significativo. El liderazgo juvenil se construye principalmente a través de la acción.

Crear espacios donde los jóvenes puedan experimentar, es esencial para consolidar competencias como la toma de decisiones, la gestión de conflictos o el trabajo en equipo. La acción transforma el conocimiento en experiencia y, por lo tanto, en aprendizaje significativo. Es en este proceso donde el liderazgo toma forma real y concreta.

4. El equipo técnico: jóvenes que conectan con jóvenes

Un aprendizaje fundamental que hemos hecho es que para conseguir una verdadera conexión con los jóvenes, es esencial que el equipo técnico sea también joven y esté muy próximo a su realidad.

En la Fundación Marianao, una parte importante de las personas que trabajan en VPK han estado, previamente, participantes en el mismo proyecto. Esta experiencia previa los permite entender profundamente las necesidades, inquietudes y aspiraciones de los jóvenes con los cuales trabajan. Además, esta proximidad ayuda a mantener un clima de confianza y empatía, esencial para fomentar el liderazgo.

El liderazgo juvenil no es un proceso lineal ni previsible. Es un camino lleno de retos, aprendizajes y, sobre todo, oportunidades.

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Otro aspecto clave es el relevo generacional, que no solo garantiza la continuidad de los proyectos, sino también la transmisión del que denominamos el ADN Marianao: una forma de hacer y de estar en el mundo que se fundamenta en valores como la participación, la responsabilidad colectiva y el compromiso social. Esta transmisión no se limita a metodologías de trabajo, sino que implica la cultura organizativa, los valores y la manera de entender el liderazgo como una práctica arraigada en la comunidad.

Cuando los jóvenes ven que quienes los acompañan comparten experiencias similares y han vivido procesos de crecimiento parecidos, la relación se hace más genuina y el trabajo en equipo se refuerza. El equipo técnico, como modelo de referencia, puede ofrecer no solo el apoyo, sino también el ejemplo de como el liderazgo se puede vivir y practicar en primera persona.

5. El liderazgo juvenil genera un impacto tangible en la comunidad

El liderazgo juvenil no solo transforma las personas que lo practican, sino que tiene un impacto real y concreto en la comunidad. Cuando los jóvenes asumen roles activos en su entorno, impulsan iniciativas que responden a necesidades sociales, culturales o ambientales, y contribuyen a mejorar la vida colectiva.

Hemos visto jóvenes organizar acontecimientos que fomentan la convivencia, liderar proyectos por la inclusión social o impulsar acciones de sensibilización que generan cambios en las actitudes de la ciudadanía. Estas experiencias demuestran que el liderazgo juvenil es una fuerza transformadora que va más allá del ámbito personal: es un motor de cambio social capaz de activar la participación, reforzar el tejido comunitario y construir sociedades más justas y cohesionadas.

El liderazgo juvenil no es un proceso lineal ni previsible. Es un camino lleno de retos, aprendizajes y, sobre todo, oportunidades. Hemos aprendido que no se trata solo de crear espacios para jóvenes, sino de apostar por su capacidad de transformar estos espacios y, con estos, la comunidad. Esto implica confiar en su potencial, incluso cuando los resultados no son inmediatos o perfectos, y entender que el error forma parte del proceso de crecimiento.

Confiar en los jóvenes, acompañar sin dirigir, fomentar la acción, mantener equipos próximos a su realidad y reconocer el impacto tangible que puede tener su liderazgo en la comunidad son cinco lecciones que continúan guiando nuestra práctica. Pero el más importante es recordar que el liderazgo juvenil no se impone ni se diseña desde fuera: se construye desde dentro, con los jóvenes como protagonistas reales, capaces de transformar no solo sus vidas, sino también el entorno que los rodea.

Esperamos que estas reflexiones puedan inspirar otras entidades y administraciones a dar un paso más allá, apostando por un liderazgo juvenil que no sea solo un objetivo, sino una práctica viva, arraigada a la confianza, la participación y el compromiso con la transformación social. Porque cuando los jóvenes lideran, el cambio es posible.

Si quieres impulsar el liderazgo y la participación juvenil en tu territorio y te gustaría que te acompañáramos en este proceso, escríbenos a consultoria@marianao.org. Estaremos encantadas de andar a tu lado.